Después de todo soy humano. Soy humano y hiero. Y estoy rodeado de humanos que hieren. Y los hiero y me hieren. Algunos hieren por error, lo notan y lo dejan de hacer. Otros hieren por error y no lo notan. Algunos más hieren, lo notan pero no saben como detenerse. Unos más no parecen humanos, hieren, lo notan y lo siguen haciendo; porque la herida que causan no tiene tanta importancia, porque la idea de experimentar con otro humano parece más interesante, porque manipular a otro humano parece más interesante. Y yo soy todos ellos. Después de todo soy humano. Y hiero y soy herido, pero nunca dejo de ser humano. Después de todo estoy rodeado de humanos y nuestras heridas hablan de nosotros y también hablamos con ellas. Somos humanos, algunos somos heridos, otros más parecen más herida que humanos y unos más no son tan humanos; incapaces de notar lo que hacen, ni se notan a sí mismos. Un humano puede ver a otro, puede ver sus heridas y puede ver las propias porque sí mismo es humano. Pero aquellos no pueden verse ni pueden ver a los que están en rededor. Lucen como humanos y a veces se comportan como uno, pero no hieren como uno ni son heridos como ellos. Hieren, pero no se detienen, porque para ellos no es un error. Y lo notan porque cada humano es herido diferente y coleccionan aquellos rostros distintos. Y no ven las heridas y no son heridos, porque no son humanos. Yo soy herido, lo siento dentro de mí, noto cuando hiero y a veces no lo noto, lo que de vuelta me hiere. Después de todo soy humano y me alegra no ser como esos otros que no pueden ser heridos.