La sangre del Homo sapiens es naturalmente azul. Sí, la sangre que corre por todos nosotros es azul, la vemos roja porque este es color que toma cuando se oxigena. Así, la sangre que llega a los pulmones es azul y cuando sale de estos con una nueva y refrescante carga de oxigeno, se vuelve roja.
Lo curioso es que en la Edad oscura las personas no sabían estas maravillas de la hemoquímica y aún así usaban el termino ‘Sangre azul’ para dirigirse a sus reyes, gobernantes, tiranos, entre otros. Esto se debe a una cuestión de percepción y color. Antaño, los gobernantes no tenían que trabajar horas y horas bajo el desgastante sol, que hacía que cualquiera terminara con una tez más oscura, una piel curtida y otros problemas que la sociedad actual rehuye por cuestiones de belleza. Así que, si ellos no tenían que trabajar tanto, era normal que terminaran con una piel clara, blanca y delicada, lo que hace que los vasos sanguíneos debajo de la piel se vean a través de la misma, revelando unos vasos azules (en especial en el dorso de la mano).
Lo curioso es que hay que ser de tez muy pero muy clara para que estos se vean azules, porque al mínimo bronceado los vasos sanguíneos se notan verdes (debido a una combinación de colores entre el azul y el amarillo o cafe de la piel).