Los videojuegos no son un escape, porque forman parte de nosotros. Así como la televisión, la música, los libros, todo tipo de ficción, no son un escape. Forman parte del momento y lo vivimos. Tal vez nos ayuden a relajarnos, como un helado de limón en el parque también nos ayuda a relajarnos. Algunos se relajan con el atosigante ruido de una fiesta, otros con el mágico silencio de un libro y unos más con videojuegos. Ninguno es un escape, son solo diferentes maneras de sentir y por sentir, de experimentar y usar el tiempo que tenemos. De sentir cosas diferentes, cosas que nunca podríamos sentir en nuestros pocos años de vida. Aquella es la ficción y algunos dicen que ese es su principal trabajo. Pero no son un escape, son solo una experiencia más.
No todos los videojuegos relajan, algunos hacen que nuestros músculos se preparen, otros más pueden incluso llegar a ser estresantes, y eso es lo interesante. Son solo una forma más de sentir, de formar parte de nuestro día a día y enriquecerlo con experiencias. Algunos videojuegos pueden llegar a ser tan complicados que requieren horas y horas de estudio para poder enfrentarse finalmente a esos pixeles animados, aquello no es un escape, así como no lo es usarse horas y horas en estudiar aquel libro de matemáticas. Ninguno es un escape. Cada uno es interesante, cada uno ocupa nuestra mente en complejas tareas y nos permite sentirnos satisfechos, degustar el momento de aprender o, tal vez prefieren algunos más, sentir el gozo de la victoria cuando al fin se resuelve aquella ecuación o se completa aquel nivel. Saber completar ese videojuego puede no ser útil fuera del mismo, como resolver esa ecuación puede no ser útil fuera del campo de las matemáticas, pero cada uno es interesante y es una habilidad. Porque cada uno es una experiencia, un experiencia que puede servir como una semilla para la creatividad. Para una idea futura, para resolver un problema completamente alejado de esa disciplina. La habilidades que, aparentemente son inútiles fuera de su campo, no dejan de ser una experiencia y aquella forma de pensar e ideas que obtenemos pueden resultar útiles a un nivel creativo. Nunca hay error en aprender algo, nunca, por más inútil o desfasado se encuentre. Algunas personas desechan el esfuerzo que invierten algunas más en aprender idiomas ficticios o aprender los detalles de un mundo de ficción, pero aquella habilidad suma, suma y suma para la creatividad futura. No existen habilidades inútiles ni conocimiento inservible. Después de todo, lo que vivimos para obtenerlo forma parte de nuestros recuerdos y nuestra experiencia, y como tal forma parte de nosotros. Además de que es divertido aprender algo que a uno mueve. Apasionarse, investigar, aprender, sentirse vivo e invertir cantidades gozosas de energía en algo, en un tema, en una tarea, en una obra, en una disciplina.
No quiero decir que los videojuegos son un escape, porque no lo son. Están dentro de nosotros. Forman parte de nuestro tiempo. Usamos nuestra vida, nuestros sentidos, nuestro tiempo y energía en ellos. Formamos recuerdos con ellos, aprendemos con ellos y sentimos, sentimos auténticamente con ellos. Nos esforzamos dentro y fuera de ellos. Crecemos como personajes de ficción y como personas. Desarrollamos habilidades. Habilidades que pueden a veces servir solo dentro del videojuego, pero habilidades finalmente.